diumenge, 28 de maig del 2017

El enfrentamiento entre carlistas y lerrouxistas de Sant Feliu de Llobregat en 1911

Tal día como hoy, el 28 de mayo de 1911, un nutrido grupo de lerrouxistas armados trató de reventar un mitin carlista en contra de la inmoralidad convocado en Sant Feliu de Llobregat, atacando a los tradicionalistas allí concentrados, los cuales supieron defenderse.

Estos sucesos revistieron grandísima importancia. Los carlistas catalanes habían organizado un aplec en la Ermita de la Salud, pero el mitin debía tener lugar en Sant Feliu de Llobregat. No era población carlista, y bastantes esfuerzos hacían los jaimistas locales para mantener un Círculo para su propaganda. Los radicales pidieron permiso para celebrar otro mitin en la localidad cuando ya estaba autorizada la concentración carlista, y el gobernador civil de la provincia, Manuel Portela Valladares, autorizó el segundo acto. Sant Feliu era una población pequeña, y así era de esperar que un choque entre carlistas y republicanos sería inevitable. «Confiaba el taimado, magüer tonto, gobernador en la valentía de los incendiarios de la Semana Trágica», escribiría más tarde un testigo.

Según las disposiciones oficiales, los carlistas debían tomar el tren a las cinco de la tarde y los republicanos a las seis. Para proteger la salida de los que habían asistido al mitin, las secciones del batallón de la Juventud de Barcelona, que ya todo el mundo conocía por el Requeté, se habían colocado estratégicamente sobre la avenida que conducía a la estación. Los radicales salieron en tromba, pero los carlistas los contuvieron, rompiendo el fuego la sección mandada por Alejandro Goberna, entablándose un vivo tiroteo entre ambos grupos.

El tiroteo se hizo general, y la desbandada de los radicales comenzó cuando el abanderado de la Juventud radical del Pueblo Seco, al que una bala había menguado su energía, «una segunda vino a darle en la frente, dando al mismo tiempo con el valiente y la bandera al suelo». Al comenzar la desbandada, la Guardia Civil, que tenía orden de no intervenir mientras los carlistas fueran atacados, se lanzó a la contienda y de hecho protegiendo a los derrotados republicanos, ya que para «no tomar como blanco al grupo lerrouxista, que ya era ametrallado, se abrió sable en mano los guardias de a caballo y con el fusil tendido y apuntado los de a pie». Se cruzaron algunos tiros más, y el cornetín del Requeté tocó alto el fuego. Sorprendidos los guardias civiles, sin saber quién había tocado, cesaron el suyo. Los carlistas se retiraban ordenadamente hacia la estación. En el suelo quedaban los muertos y heridos, y junto a ellos los guardias civiles.

La estación de Sant Feliu de Llobregat entre 1911 y 1913.

Pero grupos de republicanos fugitivos atacaron a los que estaban ya en la estación. Al la desbandada, llevando incluso a los heridos, ocupaban las vías, y afortunadamente que el maquinista de un tren descendente se percató de aquellos hombres acobardados, pues pudo frenar, impidiendo una mayor catástrofe. Otros republicanos más bravucones agredieron a los que iban a subir al tren, causando algunos heridos. Un obrero, Hilario Aldea, enardecido por el combate que se libraba, daba vivas al Rey y alentaba a los que luchaban desde una ventana de la estación. Traidoramente fue atacado y villanamente asesinado.

El regreso a Barcelona se hizo normalmente, atendiendo a los heridos de la estación, ya que en la refriega no los habían tenido los jaimistas. En el apeadero del Paseo de Gracia, de Barcelona, en previsión de que a su llegada los carlistas tuvieran algún choque, otra sección del Requeté esperaba situado estratégicamente en la calle de Aragón y Paseo de Gracia, pero las disposiciones gubernativas habían acumulado Policía y Guardia Civil, ésta con equipo de campaña, y la llegada de los carlistas se hizo tranquilamente.

En esta jornada, los radicales tuvieron cuatro muertos, y el número de los heridos, entre todos, incluso un guardía civil, ascendía a 17. En realidad éstos fueron muchos más, pues los radicales decían haber tenido más de cincuenta, y los heridos carlistas de la estación eran cuatro o cinco. Los sucesos de Sant Feliu demostraron que ni con la protección de los gobernadores los radicales podían medirse con la bravura y decisión de los carlistas. Desde entonces no hubo enemigo para el carlismo, cesando los lerrouxistas de atacar a los jaimistas.

Debido al número superior de muertos del lado republicano, la prensa liberal culpó a los carlistas de la tragedia. Sin embargo, tal y como expuso Dalmacio Iglesias los hechos —que reproducimos a continuación— los jaimistas tan sólo actuaron en legítima defensa, no teniendo la culpa de su capacidad superior de repeler el ataque que la de sus enemigos de llevarlo a cabo.

Véase Ferrer, Melchor: Historia del Tradicionalismo Español (volumen 29, pp. 46-47), 1960

Dalmacio Iglesias García

Discurso del diputado por Gerona D. Dalmacio Iglesias, sobre los sucesos de San Feliu de Llobregat (junio de 1911)

El Sr. IGLESIAS Y GARCIA: Señores Diputados, vengo á tratar de los tristes sucesos ocurridos en San Feliú de Llobregat con motivo del aplech tradicionalista y del meeting radical celebrados en aquella localidad el domingo 28 de Mayo; y yo os prometo desposeerme en esta tarde por completo de toda pasión política, limitándome á narrar los hechos tal como ocurrieron, según pude observar por mí mismo, ya que fuí testigo presencial de ellos; y tan decidido estaba y estoy á prescindir de toda pasión política que hubiera deseado que esta interpelación se aplazase algunos días al objeto de que, restablecida la calma en los espíritus, pudieran apreciarse aquellos hechos de una manera más tranquila y más serena.

Se dijo que yo había sido caudillo de los tradicionalistas que intervinieron en los sucesos; he de comenzar por declarar que no tuve la suerte de encontrarme en medio de aquellos mis correligionarios que repelieron la agresión contra ellos verificada; pero sí que tomé parte en el aplech y en el meeting, y que respecto á todo lo ocurrido en éste soy testigo, por tanto, de visu.

Para darse perfecta cuenta de cómo ocurrieron esos sucesos es necesario ante todo examinar los antecedentes de los mismos, explicar después los sucesos tal como ocurrieron, aduciendo aquellas pruebas que obran en mi poder, y, por fin, determinar hasta dónde alcanza la inmensa responsabilidad del gobernador civil y del Gobierno, en cuanto ese gobernador civil todavía continúa rigiendo los destinos de la provincia de Barcelona.

Todos los Sres. Diputados saben que en los últimos tiempos se ha desarrollado la inmoralidad en Barcelona como jamás se recuerda en aquella población, y saben también que por consecuencia de eso ha tenido lugar una activa campaña en contra de esa inmoralidad, campaña que ha molestado al actual gobernador civil, hasta el punto de que aquellos que le denunciaban hechos eran denunciados á su vez por el gobernador civil, llegándose hasta el secuestro de los ejemplares de El Correo Catalán depositados en la oficina de Correos antes de que hubieran sido denunciados por la autoridad judicial.

Aplech carlista en Manresa, pocos meses antes de los sucesos de San Feliu (1911)

En estas circunstancias, los tradicionalistas solicitaron permiso para celebrar un aplech en San Feliú de Llobregat, llevando, según es tradicional en los aplechs que se celebran en Cataluña, banderas y bandas de música. Concedió el alcalde de la localidad el permiso para celebrar el aplech incluso con banderas y con bandas; pero el gobernador civil revocó en parte ese permiso del alcalde, prohibiendo que figuraran banderas y bandas de música, cometiendo con esto una enorme desigualdad con los tradicionalistas.

Sé que el gobernador ha manifestado que no podía conceder permiso para que los tradicionalistas ostentaran banderas, por cuanto no se lo había concedido á los republicanos; pero esto, dicho sea con todos los respetos debidos, no es verdad, porque los republicanos en la manifestación que celebraron últimamente en Barcelona lucieron banderas hasta el número de 54. De modo que se comenzaba ya por cometer una desigualdad con los tradicionalistas. Así y todo acatamos las órdenes del gobernador, no sin antes protestar contra esa que nosotros juzgábamos una desigualdad, y pedir que se nos concediera el permiso tal como lo habíamos solicitado. No se accedió á ello, y así y todo acatamos la orden, fuimos al aplech sin banderas ó con las banderas plegadas y sin músicas.

Ya anunciado el aplech, sabiendo que se iba á celebrar, los lerrouxistas pidieron á su vez permiso para celebrar un meeting radical; y es necesario tener en cuenta y fijarse mucho en que ese permiso fué solicitado con posterioridad á la autorización del aplech carlista; y es necesario también tener en cuenta el carácter que á ese meeting radical se daba, meeting de protesta contra el aplech carlista y para el cual desde las columnas de El Progreso, de Barcelona, se venían haciendo excitaciones claras y terminantes á emplear los medios de la violencia contra los tradicionalistas que concurrieran al aplech.

Mitin de Lerroux pocos meses antes de los sucesos (1911)

En El Progreso correspondiente al viernes 26 de Mayo, en una proclama titulada «La excursión á San Feliú. Al pueblo radical», se decía, entre otras cosas:

«Radicales: el próximo domingo, en San Feliú de Llobregat, han de ser nuestras banderas las que ondeen á los cuatro vientos, y hemos de ser nosotros, por dignidad propia, los que, formando una muralla infranqueable, impidamos que los ciudadanos y compañeros de dicha población vean pasar en correcta formación á los discípulos de Savalls, que un día ensangrentaron el suelo con sangre de sus propios padres. Este es el sacrificio que hoy por hoy os piden, Las Juventudes radicales

De manera que la juventud radical en esta proclama manifestaba ya claramente su propósito de formar una barrera infranqueable, y de impedir que los tradicionalistas circularan por las calles de San Feliú.

Y en El Progreso correspondiente al mismo día, se decía también:

«Hay que decretar el silencio de los requetés, respondiendo con el palo al alarde de su bastón, al insulto con la bofetada, y si se exhibe el browing demostrarles que en sus manos puede salirles el tiro por la culata.»
«¿Quieren palos? Satisfagamos su necesidad. Todo antes que consentir que se renueven las vergonzosas escenas de ayer, etc.» (El Sr. Iglesias Ambrosio: Continúe leyendo S. S.)

Y el sábado 27 decía El Progreso:

«Todas las violencias han de parecernos pocas cuando de combatir al carlismo se trate.»

Estas eran las excitaciones que se hacían á los asistentes al meeting radical para que protestaran en contra del aplech tradicionalista de San Feliú:

«Todas las violencias han de parecernos pocas cuando de combatir al carlismo se trate... Hay que responder de un modo decisivo á la campaña para impedir que nos gobierne D. Dalmacio. Con el carlismo no se discute. Se le persigue, se le caza como animal dañino que invade nuestra sociedad

Y el domingo 28 se decía:

«Ya de baja esta campaña —habla de la campaña en favor de la moralidad—, acuden á los arrestos bélicos, y en la tierra republicana de San Feliú de Llobregat esta tarde las hordas carlistas pasearán sus boínas ultrajando á todos los consentidores y amparadores de que reverdezca la flor sangrienta abatida en los campos de batalla. El gobernador les ha privado de sus banderas y de sus músicas, pero la provocación no dejará de existir...»  
«¿Avergonzarnos? Eso no. Nuestros amigos irán también esta tarde á San Feliú de Llobregat para que no quede desamparada la bandera de la libertad, que en mal trance pusieron los que al crear la Solidaridad dieron vida al carlismo que estaba muerto. Allí iremos los radicales, acabando de una vez con la campaña carlista ú obligando á que no se oculte bajo pretextos, sino con el exclusivo objeto que tiene de someternos á los liberales. Como siempre, queremos constituir la avanzada del ejército progresivo.»

Por consiguiente, durante tres días vino excitando El Progreso á sus correligionarios para que emplearan la violencia, para que cazaran á los tradicionalistas, para que impidieran que circularan por las calles de San Feliú de Llobregat. Y en estas condiciones se concede y no se revoca el permiso para el meeting radical al mismo tiempo que el aplech, en el mismo pueblo, en lugares próximos y en una localidad de pequeño vecindario, donde era muy probable, si no inevitable, que las das partes contendientes se encontraran.

Mas no es esto solo; se cometió la falta de no adoptar precauciones; de que el gobernador se limitara á enviar 32 números de la guardia civil, para contener á 2.000 republicanos radicales, 500, 600, los que queráis, que estaban dispuestos á atacar, según ellos mismos venían manifestando desde tres días antes en las columnas de El Progreso, á los tradicionalistas que se congregaran en el aplech.

Se ha dicho en esta Cámara por el Sr. Miró ayer, que ambos bandos tenían el propósito de agredirse mutuamente. Nosotros, no; nosotros no tuvimos nunca el propósito de agredir; nosotros no hemos agredido á nadie nunca; pero sabiendo las excitaciones dirigidas contra los que concurrieran al aplech, tuvimos que prevenirnos, máxime cuando nos constaba que el gobernador no había de defendernos, y fuímos allí dispuestos á ejercitar el derecho de legítima defensa.

En estas condiciones llega el día del aplech; se celebra éste por parte de los tradicionalistas en completo orden durante toda la mañana; á las tres ó tres y media de la tarde llega el primer tren especial conduciendo á los republicanos radicales que venían de Barcelona, los cuales salían de los coches con banderas desplegadas, dando vivas á la República, al Sr. Lerroux y á Possá, y mueras á D. Jaime, y gritando ¡Abajo la reacción! Algunos de los tradicionalistas que habían venido también en el mismo tren protestaron, y entonces la guardia civil obligó á aquéllos á que plegaran las banderas.

Continuó la manifestación en dirección al Círculo radical de San Feliú de Llobregat, y poco antes de llegar á él, volvieron los radicales á desplegar sus banderas, y con ellas en esa forma entraron en su Círculo, observándose, por tanto, cómo los radicales violaban por completo desde el primer momento las prevenciones gubernativas.

A las cuatro de la tarde comenzó á celebrarse el meeting tradicionalista en el patio llamado «Can Fornaret» de San Feliú, y habían hablado la mayor parte de los oradores; estaba haciéndolo el Sr. Junyent, cuando, casi al final de su discurso, un grupo de individuos apostados á la puerta de la cerca, porque aquel patio está rodeado por una cerca, interrumpieron con gritos al orador. Algunos de los que se encontraban allí corrieron á la puerta á ver lo que ocurría, y á poco sentimos una descarga.

Los hechos tienen dos partes; aquí, por lo general, no se ha hablado más que de una, y es que de la otra, de lo ocurrido en el meeting tradicionalista y que tiene una capital importancia, no había más testigos que nosotros y el redactor de La Prensa de Barcelona, periódico de que no puede decirse que nos sea afecto ni que milite en nuestro partido. De cómo ocurrieran los sucesos, en la parte que yo vi, lo expondré con autoridad propia; en la parte que no vi, hablaré por referencias que he procurado compulsar y comprobar con la mayor escrupulosidad posible.

A las cinco y media de la tarde, los tradicionalistas, que habían venido de Granollers, hubieron de retirarse al objeto de poder coger el tren que les había de conducir á su pueblo y no tenerse que quedar toda la noche sin poder ir á sus casas; y los radicales, que tenían convenido con la autoridad gubernativa que cogerían el tren especial de las ocho de la noche, para ellos destinado, puesto que á los tradicionalistas se les había señalado el de las siete, salieron de su Círculo á las seis de la tarde, dirigiéndose á la estación en grupo de 200 ó 300, á banderas desplegadas. Ocurrió que algunos de los que habían ido á despedir á los tradicionalistas que se marchaban, como amigos y correligionarios, y en número de quince á veinte, salían á la estación, y se volvían al meeting con objeto de continuar asistiendo á él, cuando tropezaron con aquel batallón ó masa radical. Un niño llamado Isidro Casanova, de catorce años, fué entonces agredido por los radicales que le quitaron la boina de la cabeza, le pegaron un palo, le quitaron otra boína que llevaba en el bolsillo, el dinero que también llevaba y hasta una mantilla de su hermana, por el delito de llevar boína en la cabeza y ser carlista; eran 200 contra un niño de catorce años; me parece que es una verdadera valentía. A poco, según refiere el mismo niño, sintió tiros, y era que los tradicionalistas, que salían de despedir á las de Granollers, habían sido agredidos; formáronse en dos alas al objeto de no ser cogidos juntos, en grupo, puesto que la superioridad numérica de los radicales les obligaba á dividirse, y esa es la razón, como diré luego, de que los tradicionalistas, al defenderse disparando contra una masa de gente que iba compacta, hicieran las bajas que ocurrieron en las filas radicales, y en cambio no hubiera muerto ningún carlista, porque el único muerto, Hilario Aldea, no lo fué en la refriega, sino en la estación en el momento de coger el tren, estando dentro de la estación. Esto el mismo Progreso lo dice con fruición, porque Hilario Aldea, que era hombre inofensivo, que no llevaba armas sobre sí, que no había tomado parte en la refriega, dirigiéndose á la guardia civil, dijo: ¡Duro con los radicales! Fué cogido por dos individuos pertenecientes al partido radical, mientras otro le hundía un puñal en las entrañas. ¿Quienes son los asesinos?

Hilario Aldea, jaimista cobardemente asesinado en
San Feliu de Llobregat. Dejó viuda y huérfanos.
Fotografía tomada del periódico La Defensa (11/06/1911) 

Al mismo tiempo que esto ocurría, éramos atacados en pleno meeting á tiros por la parte izquierda de la cerca que rodea el patio de «Can Fornaret»; hicieron disparos contra la gente que estaba en el meeting, y tantos se hicieron, que cerca de mí cayó una bala y oí silbar otra; y no soy yo solo el que lo dice, sino es el redactor de La Prensa quien también lo atestigua, siendo de observar que este redactor de La Prensa era el único repórter de la prensa de Barcelona que se encontraba en el lugar del suceso.

«Hasta las mismas tapias del sitio donde se celebraba el meeting llegaron algunos lerrouxistas, cayendo tres balas entre la concurrencia, sin causar, afortunadamente, ni la más leve lesión.»

Y añade el redactor de La Prensa:

«Era temerario permanecer inmóvil, y aunque el fuego partía de la parte exterior, juzgué preferible afrontar las balas, que silbaban siniestras.»

Esto prueba, Sres. Diputados, de quién partió la agresión, porque los tradicionalistas no iban á disparar contra sus mismos correligionarios que en el meeting se encontraban.

Los relatos de los sucesos que ha publicado la Prensa hay forzosamente que ponerlos en cuarentena, porque excepto el redactor de La Prensa y el de Las Noticias, la Prensa de Barcelona no se encontraba representada en el aplech tradicionalista más que por el repórter ó redactor de El Correo Catalán; de modo que todos los que han hablado de esto han hablado de oídas, dejándose llevar de impresiones, pero no han sido testigos presenciales de los hechos, y, por lo tanto, carecen de autoridad para deponer en ellos, y ya aquellos dos únicos testigos presenciales deponen unánimemente en favor de los tradicionalistas.

Me extraña sobremanera que el Sr. Miró y Trenat haya manifestado que entre el relato de El Progreso y el relato de El Correo Catalán, él tiene que inclinarse á aceptar el relato del primero de dichos periódicos; porque vean el Sr. Miró y los Sres. Diputados lo que dice El Progreso en su número 1.689, donde relata los sucesos:

«Por cierto que al doblar los expedicionarios la calleja en que ocurrió el incidente más arriba descrito (habla de un suceso, de un encuentro, de una pequeña divergencia ocurrida entre algunos tradicionalistas que iban por la calle, y el grueso de la manifestación lerrouxista), vieron con asombro á numerosos carlistas asomados á un balcón donde se leía: Foment Autonomista Republicá. De manera que los carlistas, con sus boinas rojas, estaban en el Centro de los republicanos solidarios, que acaudilla Miró y Trepat. ¡Qué asco y qué vergüenza!»

Esto no es cierto, los tradicionalistas no estaban en los balcones del Foment Autonomista Republicá; y esto se dice en El Progreso, precisamente en el relato á que se inclina el Sr. Miró y Trepat. ¿Y á periódico que falta á la verdad de esta manera puede concedérsele crédito para reseñar los sucesos, siendo, además, una de las partes interesadas en los misrnos? ¡Pero, si ni el señor Miró, ni D. Emiliano Iglesias, ni el Sr. Lerronx, ni ninguno de los que acaudillan al partido radical se encontraban en esos sucesos! Esto ya sabemos que ocurre con frecuencia. (Rumores.)

Además, Sres. Diputados, no es verosímil que 15 individuos, 15 jóvenes fueran los que agrediesen á 300 lerrouxistas, que iban con banderas desplegadas y ya con pleno propósito, y prevenidos por las excitaciones de sus jefes, de atacar á los carlistas; esto es absurdo; la desproporción es tan grande que es imposible que por parte de los más débiles pudiera partir la agresión. Se dice que estaban apostados; eso no lo ha dicho nadie; eso no lo ha dicho más que el alcalde republicano de San Feliú de Llobregat; eso no la ha dicho el teniente de la guardia civil que presenció los sucesos; no lo ha dicho nadie en la Prensa de Barcelona más que El Progreso; si estaban apostados, como quiere suponerse, ¿es posible que á las primeras descargas no causaran muertos ni heridos, como el mismo Progreso reconoce al hacer la relación delos sucesos?

En cuanto al relato oficial de los hechos, El Progreso dice que ese relato oficial se acomoda en todo á lo que él había manifestado; mas no es así. El único que manifestó que había habido agresión por parte de los carlistas, fué el alcalde de San Feliu; pero es necesario tener en cuenta que este alcalde es republicano, que no se encontró tampoco en los sucesos y que, por tanto, su declaración carece de valor. El delegado de la autoridad tampoco estuvo en el sitio donde ocurrió el encuentro, sino que estuvo refugiado en la casa cuya parte posterior da al patio Fornaret. ¡Que lo dijo el gobernador! ¿Qué importa que lo diga el gobernador, si no hace más que reflejar lo que dijo el alcalde republicano de San Feliú y el délegado de la autoridad? Tenemos la declaración del parte oficial que da el teniente de la guardia civil, y ese teniente no dice que la agresión haya partido delos tradicionalistas, sino que manifiesta claramente que los primeros en disparar fueron los lerrouxistas, como vamos á ver en seguida al leer el parte.

Pero, en fin, supongamos, como mucha parte de la Prensa ha reconocido, que no fuera posible determinar de quién partió la agresión. Entonces, Sres. Diputados, es necesario buscar elementos para poder juzgar acerca de ese extremo; es necesario ver los antecedentes de uno y otro partido; es necesario ver los antecedentes de uno y otro bando, de los dos que concurrieron á San Feliú de Llobregat el domingo 28 de Mayo.

Respecto al partido lerrouxista, encontramos como antecedentes, en primer término, la orientación del mismo partido; todos vosotros sabéis que está orientado hacia las vías de la violencia; todos vosotros sabéis que sus jefes han hecho la apología del atentado; todos vosotros sabéis que sus jefes incitan constantemente á las masas á que procedan por la vía de la violencia. No quiero ya referirme á aquel artículo «Rebeldes, Rebeldes», no.

Quiero referirme á otra manifestación posterior, á un discurso pronunciado por el Sr. Lerroux en Mataró, después de los sucesos de la semana sangrienta, según relación que de este mismo discurso publicó El Progreso:

«Yo escribí un día un artículo —dijo entonces el Sr. Lerroux— titulado «Rebeldes». No he tenido ocasión de rectificar una sola letra; es más, he de declarar, aunque sea mío, que es un admirable compendio de la renovación, el convencimiento gráfico de que, sin rebeldías, no triunfan ni prosperan los pueblos, sino que se convierten en manadas de borregos, que van á los degolladeros de Cuba, de Filipinas y al Barranco del Lobo... Rebeldes, rebeldes, sí. Es un complemento con el espíritu de disciplina que emana de las ideas. Y esas ideas, permitidme la soberbia de que lo diga, yo las encarno... Uníos, organizaos. Sin organización, los gritos de rebeldía serán aspavientos de pobre histérica. Colectivamente, seríamos impotentes. Pensad que estáis haciendo obra revolucionaria. Yo, no prometo la República para mañana ó pasado; pero si nos organizamos, cada día tendremos un poco menos de Monarquía y un poco más de República.»

Claramente ve que el Sr. Lerroux se ratifica en sus procedimientos de violencia y rebeldía. Son los mismos individuos que hablando del atentado cometido contra el Sr. Maura por Posá en Barcelona, dicen desde las columnas de El Progreso que se trataba de «una respuesta, fuere en la forma que fuere. Fué una respuesta grandiosa. Fué Barcelona, que al asomarse Maura para deshonrarla nuevamente con su mirada, gritó, señalando al pueblo: ¡Aquí hay algo! Y surgió Manuel Posá».

Son los mismos individuos también, que en un artículo, tratando de la cuestión Posá, titulado «Cínicos y malvados», dicen: «Lo que indigna es que se horroricen ante lo que llaman un asesinato (se refiere al hecho Posá) los que tienen sobre su conciencia el remordimiento de haber precipitado la muerte de tantos inocentes. (Los autores de la semana sangrienta.) A la vez que malvados, resultan cínicos.» Es decir, que se trata de un partido que al relatar los hechos cometidos por la violencia, los ensalza, y todavía llama cínicos y malvados á los que tienen el valor de reprobar los excesos por los radicales cometidos.

Peró es necesario también tener en cuenta lo que pudiéramos llamar antecedentes penales del partido lerrouxista en Barcelona. Un ligero relato de ellos, una ligerísima enumeración, bastará para que los Sres. Diputados vean pasar delante de sí toda una serie de escenas negras, de desórdenes promovidos en Barcelona por el partido radical. Los tiros de San Feliú —dice á este respecto un periódico— nos han recordado los tiros dirigidos contra el colegio electoral de San Cayetano; los tiros disparados dentro del meeting del Condal y en el Paralelo; los tiros á la salida del meeting de las Arenas; los tiros en pleno día contra los balcones de nuestra redacción en la Rambla de las Flores; el asesinato frustrado de Hostafranchs; el escalamiento de los balcones de la redacción de Metralla; la semana trágica y las provocaciones y frases de matonismo que todos estos días han quedado estampadas en las planas de El Progreso. Y pudieran añadirse los tiros disparados por Posá cuando fué Maura á Barcelona.

D. Juan Vázquez de Mella en el multitudinario mitin de Las Arenas (1907)

Un partido que tiene todos estos antecedentes, es, indudablemente, terreno muy abonado para cometer la agresión que decimos y sostenemos que existió en San Feliú de Llobregat.

Pero hay más todavía, Sres. Diputados: ¿sabéis que hayan ido los tradicionalistas á perturbar algún meeting lerrouxista? ¿Tenéis noticias de que algún meeting republicano, de ideas completamente distintas á las nuestras, haya sido perturbado por los tradicionalistas? No. En cambio, ¡cuántos son los meetings tradicionalistas que han sido perturbados por los radicales! Con ellos podría formarse una lista, una enumeración muy larga.

Por otra parte, han de tenerse en cuenta también aquellas provocaciones, aquellas excitaciones de El Progreso á que antes me refería. El hecho mismo del meeting radical celebrado después de anunciado el aplech tradicionalista, ya demuestra la intención deliberada de perturbar el acto que los tradicionalistas querían celebrar. Y, sobre todo, para juzgar acerca de la veracidad del relato, es necesario tener en cuenta las contradicciones en que el mismo Progreso incurre al exponer los hechos.

Sabéis que sólo hubo un muerto por parte delos tradicionalistas, y refiriéndose á él dice El Progreso correspondiente al lunes 29 de Mayo: «agazapados como estaban nos hirieron á mansalva; pero ¡cuál no será el valor de los radicales cuando á las madrigueras carlistas llegó también la muerte!».

Es decir, que, según El Progreso, hubo un muerto en el sitio donde estaban apostados los carlistas; y el mismo Progreso reconoce después, en la primera plana del mismo número y en la quinta columna, que la muerte que ocurrió en las filas carlistas tuvo lugar dentro de la estación, porque dice: «En la estación un sujeto que se encontraba junto á una de las ventanas, la abrió, y empuñando un revóiver —(esto es falso)— gritó á la guardia civil: —¡Duro con los radicales! —Una bala le hizo vacilar y un certero golpe de puñal le obligó á caer muerto. Era el carlista Hilario Aldea.» Aquí tenéis una contradicción plena y palmaria; y tan verdad como que la muerte ocurrió en las madrigueras de los carlistas, es que éstos se hallaran ocultos ni en madrigueras ni en ninguna parte.

Continúa el mismo número del periódico citado: «La guardia civil, montada y de á pie, perseguía sin tregua á los carlistas; pero vióse obligada á disparar hacia todos lados. Fué entonces cuando, tratando de hacer callar á los carlistas, que parapetados la hostilizaban, cayó herido de una bala en el muslo y otra en la boca el guardia civil Antonio Vivar.» Si esto fuera cierto, el teniente de la guardia civil se hubiera cuidado muy bien de especificarlo en el parte que dió al gobernador narrándole los sucesos, y no lo especifica. Y El Progreso llega á decir que el relato que había hecho el gobernador de los sucesos, dijo éste que, según referencias del capitán de la guardia civil, los radicales habían sido víctimas de un asesinato alevoso.» Pues bien; el teniente de la guardia civil no dice absolutamente nada de lo que El Progreso manifiesta .(El Sr. Iglesias Ambrosio: El capitán, dice El Progreso, no el teniente; no es lo mismo.) El capitán de la guardia civil ; repito, no dice nada de lo que El Progreso manifiesta que el gobernador civil participó á D . Emiliano Iglesias. El capitán no dice absolutamente nada de que los guardias dispararan contra los carlistas y de que fueran los carlistas los que hiriesen al guardia Vivar.

El capitán lo que dice textualmente es que los primeros en disparar fueron los radicales. He aquí, transcrito á la letra, el parte que dió el capitán de la guardia civil:

«El día, hasta las diez y ocho menos cuarto, ha estado tranquilo; á dicha hora (es decir, dos horas antes de la señalada para que los radicales salieran de San Feliú) los radicales se disponían á ir en manifestación á la estación para su regreso á Barcelona, y cuando habían llegado parte de ellos á dicho punto, empezaron desde allí y sus inmediaciones á hacer un fuego muy nutrido.» (Rumores.)

Esto dice el capitán de la guardia civil, aunque luego añade:

«sin que sea posible precisar con exactitud quién inicíó la agresión, pues en aquellas inmediaciones existían grupos de carlistas».

El no dice que fueran los carlistas los primeros que dispararan, y, en cambio, poniendo en relación la primera parte de este relato con lo que inmediatamente sigue, hay que suponer no sólo que no afirma que los carlistas fueran los primeros en disparar, sino que parte de los que habían llegado á dicho punto empezaron desde allí y sus inmediaciones á hacer fuego nutrido y continuado, palabra esta de empezaron que tiene que referirse forzosamente á los radicales. (Rumores.) La sintaxis lo dice, y la interpretación gramatical es la primera que debe de emplearse.

La manipulación de los hechos por parte de la prensa republicana.

De todos modos, adóptese una ú otra interpretación, lo que de manera clara y explícita manifiesta el capitán es que no puede precisar de quién partió la agresión. (El Sr. Iglesias Ambrosio: El teniente.) El teniente fué el que dió el parte al capitán y el que se encontró en los sucesos, porque el capitán no estuvo allí ni apareció para nada. (El Sr. Iglesias Ambrosio: El teniente tampoco estaba.) El teniente estaba. Su señoría no lo vió porque no estaba en San Feliú, pero yo, que me encontraba allí y fuí á la sociedad Coral á ponerme de acuerdo con el teniente de la guardia civil para recibir órdenes suyas, al objeto de saber en qué tren partiríamos los tradicionalistas y la ruta que habíamos de seguir, dando con esto un alto ejemplo de civismo y de amor al orden; hablé con dicho teniente, quien estaba en San Feliú de Llobregat y presenció los sucesos. Lo único que hicieron los carlistas en San Feliú de Llobregat fue obrar en legítima defensa.

No importa que El Progreso nos llame cobardes, nos llame traidores, nos llame asesinos, esto lo dice porque el partido radical llevó la peor parte en la refriega; á buen seguro, Sres. Diputados, que si las víctimas hubieran sido de los tradicionalistas hubieran dicho los radicales que aquel era un día glorioso, á la manera que se dijo que era una semana gloriosa la terrible semana de Julio.

Se dice también que aquella fué obra de los requetés, se recrimina á los requetés, se dice que son un conjunto de bandidos y asesinos, y que hay que reducirlos al silencio por medio de la fuerza ó por medio del terror. Los requetés carlistas son nuestra juventud, y eso es lo que le duele al partido radical; ver que el partido tradicionalista se está nutriendo con la juventud procedente de todas las clases sociales de Barcelona (Rumores); ver cómo en las filas del partido tradicionalista forman jóvenes de todas las clases sociales, que aseguran al partido tradicionalista una existencia muy dilatada y muy próspera en Barcelona. Esos son los jóvenes que forman los requetés, los cuales no se negaron, ni se negarán nunca á dar su vida en defensa de la Patria, los cuales no se negaron á ir á Melilla, formando parte del ejército español, como se negaron los jóvenes que forman en la juventud radical.

Grupo de jóvenes del Requeté jaimista de Gerona (1911)
Fotografía tomada del periódico La Defensa (11/06/1911)

Se nos llama cobardes, porque nos defendimos; en cambio se nos llamó cobardes también porque dicen que no supimos defendernos cuando la semana trágica. ¿En qué quedamos? Si repelemos una agresión ¿somos cobardes ó traidores, ó somos valientes? Se nos dice que somos cobardes porque no nos defendimos entonces, y ahora también se nos llama cobardes porque nos hemos defendido. ¡Cobardes en la proporción de 15 á 200, señores Diputados! ¿De parte de quién está la cobardía?¿De parte de los que atacan en número de más de 200 á 15 jóvenes, ó de parte de los 15 jóvenes que viendo en peligro su vida saben defenderla? ¡Se nos llama traidores! Los tradicionalistas no han sido nunca traidores, no han cometido agresiones por la espalda; son los radicales lo que emboscados á la salida del meeting de las Arenas atacaron á las masas de tradicionalistas que salían, para escapar después; y lo mismo que hicieron allí pretendieron hacer en San Feliú de Llobregat; y el ataque y la agresión estaban perfectamente convenidos; por eso aparece un grupo de radicales á la puerta del meeting al objeto de llamar la atención á los que salían, mientras otro grupo atacaba la cerca por la parte de la izquierda. Son ellos, han sido siempre y serán los verdaderos traidores; los tradicionalistas cuando luchan, lo hacen cara á cara, como los demuestra el transcurso de su historia. (Rumores.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, orden!, señores Diputados.

El Sr. IGLESIAS GARCIA: ¡Se nos llama asesinos! No nos importa; se está llamando asesinos constantemente á los Sres. Maura y Cierva desde las columnas de todos los periódicos republicanos y en los meetings que dan los radicales, porque creyeron cumplir con su deber é hicieron cumplir las leyes. ¿Qué nos importa que nos llamen asesinos, si los radicales en cambio dicen de Posá y de Ferrer que eran mártires y héroes? ¡Ah!, es que el partido radical tiene tan subvertidas las nociones de moral, está en él tan subvertida la noción de las cosas, que los individuos de ese partido vienen llamando constantemente asesinos á todos los que tienen el atrevimiento de no dejarse asesinar por ellos.

Esa situación del partido radical en Barcelona tiene que terminar, y ya comienza su término; si las autoridades no hacen que termine, habrán de hacerlo los buenos barceloneses que no pueden consentir el estar sometidos por medio de la violencia y el desorden. Los tradicionalistas no provocan jamás, pero están siempre dispuestos á defenderse y á defender la sociedad y las instituciones sociales si las autoridades las dejan abandonadas, máxime cuando esas autoridades no nos defienden á nosotros y aun nos ponen en manos de nuestros enemigos, como ocurrió el día 28 de Mayo en San Feliú de Llobregat.

Porque hay que considerar, Sres. Diputados, cuál fué la conducta del gobernador civil de Barcelona. El gobernador civil de Barcelona concede autorización para que se celebre el meeting radical después de haber autorizado el aplech tradicionalista, lo cual, ó demuestra ineptitud ó demuestra malicia. Decía el señor gobernador civil de Barcelona que él no podía prohibir la celebración de un meeting. ¿Es que no pudo prohibir el Sr. Presidente del Consejo de Ministros la celebración de los meetings y de los aplechs de Bilbao y de San Sebastián? ¿No está dentro de las atribuciones del gobernador civil de la provincia prohibir un meeting? Pues D. Buenaventura Muñoz prohibió una serie de meetings radicales que se habían de celebrar en Cataluña ó, al menos, dilató la fecha de su celebración, porque tenía noticias de que al mismo tiempo habían de celebrarse los aplechs tradicionalistas. Y una de dos: ó entonces faltó el Gobierno á sus obligaciones, ó no cumplió con sus deberes el entonces gobernador civil de Barcelona, ó el actual no ha cumplido ahora con los suyos. Entonces el Gobierno defendió al gobernador civil de Barcelona, y se defendió á sí mismo, diciendo que no había hecho más que cumplir con la ley. Según eso, ahora tiene que reconocer el Gobierno que el actual gobernador de Barcelona no ha cumplido con la ley y ha faltado á sus obligaciones.

Decíá el gobernador civil de Barcelona que para conceder el permiso se había asesorado. Asesorado ¿de quién? Del alcalde de San Feliú de Llobregat, que es republicano, que tenía que estar forzosamente al lado de los radicales y en contra de los tradicionalistas. Sin embargo, el gobernador civil de Barcelona debía de saber que existía peligro si se celebraba el meeting radical al mismo tiempo que el aplech tradicionalista, ¿qué digo debía de saber?, lo sabía, porque él mismo me manifestó el sábado por la noche que tenía conocimiento de que se iban á promover disturbios, que estaba intranquilo por lo que pudiera suceder al día siguiente; y á pesar de saber todo eso, autorizó el meeting radical, sin adoptar precauciones, limitándose á enviar 32 números de la guardia civil, no para guarnecer solamente á San Feliú, sino para guardar una gran extensión, puesto que el aplech comenzó á celebrarse en la Ermita de la Salud, que dista tres cuartos de hora de San Feliú de Llobregat. Y yo, que fuí por la manana allí desde la estación, pude observar que no había en todo el camino ni una sola pareja de la guardia civil, y al volver á las cuatro de la tarde, cuando ya los radicales se encontraban en San Feliú, en todo el camino no encontramos más que una sola pareja de la guardia civil debajo del puente.

Esto es abandonar por completo la defensa de la vida de los ciudadanos que fueron allí á ejercitar legítimos derechos. Pero, además, los radicales no cumplieron, como antes indiqué, con las prevenciones gubernativas. Ofrecieron no desplegar sus banderas y las desplegaron; ofrecieron salir en el tren de las ocho y salieron en el de las seis, y las autoridades se lo consintieron. Si los radicales hubieran cumplido su promesa, nada habría ocurrido en San Feliú, porque no se hubieran encontrado en el camino radicales y tradicionalistas. De manera que, por el hecho de consentir que los radicales salieran dos horas antes de lo prometido, siendo así que sólo llevaban dos horas en San Feliú, y sabiendo el peligro que se corría con ello, las autoridades, moralmente al menos, son cómplices de los sucesos ocurridos.

Se había señalado la hora de las ocho para que salieran los radicales, teniendo en cuenta que su meeting comenzaba á las cuatro, á cuya hora poco más ó menos llegaban á San Feliú; y en cambio los tradicionalistas estaban allí desde por la mañana, y les correspondía salir antes. Si así se hubiera hecho, si se hubiera cumplido lo convenido con las autoridades, los tradicionalistas hubieran cogido el tren de las siete, los radicales hubieran permanecido en su Círculo, y no se hubieran encontrado ambos bandos y no tendríamos que deplorar los sucesos que ahora deploramos. Véase, pues, cómo hubo ineptitud ó malicia por parte de la autoridad gubernativa; ineptitud ó malicia en autorizar el meeting radical, ineptitud ó malicia en no adoptar las precauciones necesarias, ineptitud ó malicia en no hacer cumplir las prevenciones y lo acordado para la autorización del meeting.

Manuel Portela Valladares (Pontevedra, 1877 - Bandol, Francia, 1952).
Abogado, Diputado a Cortes liberal, Gobernador civil de Barcelona.
Ministro de Fomento en 1923, Delegado del Gobierno en la Generalidad en 1935.
Presidente del Consejo en 1938. Por casarse con Isabel Llorach era conde de Brias.
Durante la Guerra de Liberación fue leal a la República masónica, pese
a lo cual fue perseguido por los rojos. Emigró y falleció en el extranjero.

Pero no soy yo, Sres. Diputados, no soy yo sólo, no somos sólo los tradicionalistas los que acusamos de ineptitud ó malicia al gobernador civil de Barcelona, es toda la Prensa de aquella población, incluso la Prensa republicana. Periódico tan poco afecto á nuestra comunión como La Tribuna, decía lo siguiente:

«No somos amigos, ni podemos serlo, de restar prestigios á la autoridad, pero estamos tan convencidos de que debe ser ella la firme garantía del orden y del público sosiego, que con amargura hemos de señalar hoy el origen de los sangrientos sucesos de ayer en la sobrada confianza ó en la falta de energía del gobernador.»

Y Las Noticias del mismo día 29, ocupándose de aquellos sucesos, dice:

«Los comentarios á estos tristes sucesos han sido en Barcelona, durante toda la noche, múltiples y apasionadísimos. Según la filiación política de las personas, así eran los juicios y así las referencias sobre el origen de la sangrienta lucha. Pero en medio de estas divergencias ha podido notarse una perfecta unanimidad en la carencia de elogios á la primera autoridad civil de la provincia. Esta, dejando al arbitrio del alcalde de San Feliú el conceder ó no permiso para el meeting radical, cuando tan anticipadamente se sabía que los carlistas tenían señalado aquel sitio y la fecha de ayer para su aplech, ó faltó á la más rudimentaria previsión ú opuso en el aseo de sus manos una pilatesca complacencia. 
De todas suertes Barcelona tiene poco que agradecer en tan triste jornada á las autoridades gubernativas.»

Y el Noticiero Universal, decía:

«Era opinión unánime entre los vecinos de San Feliú que si, como era de temer, la excitación de los ánimos traía aparejadas determinaciones violentas, eran de todo punto insuficientes los guardias concentrados, pues hasta se daba el caso de que los de la población habían marchado la noche anterior á Tarrasa. 
Personas sensatas, ajenas por completo á los dos bandos, no se ocultaban en decir que no debieron ser autorizados para un mismo día dos actos políticos organizados por elementos antagónicos, pero que si á pesar de todo lo que el buen sentido aconsejaba, se concedía la autorización solicitada, se debió reunir en aquella villa número de guardias civiles suficiente para impedir el choque, que de otro modo se consideraba inevitable.»

Lo mismo dice La Veu de Calalunya; lo mismo dicen los periódicos de Madríd, como España Libre, republicano, y La Mañana, órgano de filiación canalejista; lo mismo dice toda la Prensa de España afecta á nuestras ideas y la del ótro extremo de la política; es opinión unánime en Barcelona que el gobernador no cumplió con su deber, que el gobernador pecó por ineptitud ó por malicia, y si esto dice la Prensa, y si este es el común sentir del pueblo de Barcelona, ese gobernador se ha hecho incompatible con la provincia que gobierna, ese gobernador se ha hecho incompatible con la provincia que rige, y debe dimitir, y si él no dimite, el Gobierno debe exigirle su dimisión, por decoro del Gobierno mismo. ¿No se llama ese un Gobierno democrático? Pues si es Gobierno democrático debe aceptar lo que es opinión pública, revelada por sus órganos. ¿No reconocéis que los periódicos son los órganos que manifiestan la opinión pública? Pues pocos casos ocurrirán en nuestra historia en que la opinión pública con tan rara unanimidad culpe de ineptitud ó de malicia al gobernador en una provincia; y si ese Gobierno es democrático, si atiende á las palpitaciones de la opinión popular, reflejada por medio de los órganos de la Prensa, no tiene más remedio que exigir la dimisión de semejante gobernador civil. (El Sr. Peris Mencheta: De malicia no.) O ineptitud; á mí me basta con una sola de esas dos notas, me sobra con una de ellas para pedir, en nombre de las fuerzas dignas, de las clases dignas de Barcelona, la dimisión de ese gobernador.

Ya sé que se dice en Barcelona que no ha sido relevado porque el Gobierno está en crisis latente, y como ha de caer dentro de poco... (Rumores y risas que no permiten oir él resto de la frase.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡A la cuestión, Sr. Iglesias!

El Sr. IGLESIAS Y GARCIA: No sin fundamento corren esas noticias por Barcelona, porque un Gobierno á quien en una Cámara le faltan cuarenta y ocho votos para poder aprobar una ley y tiene que requerir el concurso del adversario, seguramente no tiene mucha fuerza para continuar en el Poder. (Nuevos rumores. —El Sr. Mayner: ¡D. Dalmacio, que se pierde S. S!—Risas.)

El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sres. Diputados! A la cuestión, Sr. Iglesias.

El Sr. IGLESIAS Y GARCIA: Señor Presidente, esta es una apreciación general que está en toda la Prensa y de la cual participa toda la opinión pública, al menos en Barcelona es una creencia general, y no tendría nada de particular que sí esto fuera así no se hubiera relevado al gobernador de aquella provincia para evitar el nombramiento de un sustituto que había de durar muy poco tiempo. Pero, aun así, la seguridad de las personas exigiría que ese gobernador no continuara un solo día más al frente de la provincia, porque con su ineptitud, dado lo soliviantados que están los ánimos entre los partidos extremos y dada la indignación que existe en todas las clases sociales que representan orden en Barcelona, á consecuencia de la conducta seguida por ese gobernador respecto á la moralidad pública, ese gobernador tiene que salir de allí; de lo contrario puede ocurrir un serio conflicto, y si así no lo hace el Gobierno, la responsabilidad de lo que ha ocurrido y de lo que pueda ocurrir, caerá sobre el Gobierno mismo.

Por otra parte, la sangre derramada exige al menos una reparación de parte de la autoridad. Esa sangre derramada lo ha sido —y esto no creo que nadie lo niegue— por ineptitud de la autoridad, porque si no se hubiera permitido el meeting, insisto en ello, ó si después de autorizado se hubiesen adoptado las debidas precauciones, esa sangre no se hubiera derramado. Puede que la autoridad de la provincia creyera que esa sangre había de ser sangre carlista; mas á nosotros, para lo que ahora pedimos, nos da igual que fuera de carlistas ó de republicanos; para nosotros es lo mismo que fuera de unos ó de otros, porque para nosotros son hermanos. (Fuertes rumores.—El señor Soriano: ¡Cá! ¡Yo hermano de S. S.!— Varios Sres. Diputados pronuncian palabras que no se perciben.—El Sr. Presidente reclama orden.)

Para nosotros son hermanos, aunque para ellos no lo seamos nosotros, sin que lo impida su agresión y nuestra defensa ya que cuando un hermano se ve atacado por otro, la vida del agredido, dicen las nociones más estrictas de la justicia que es de mayor precio que la vida del agresor, aquel tiene perfecto derecho á defenderse.

Yo espero por tanto, que el Gobierno, haciéndose eco del unánime sentir de la prensa de Barcelona, incluso de aquella que es más desafecta á nosotros, aun la misma prensa radical, porque el mismo periódico El Progreso, correspondiente al día siguiente á los sucesos, manifestaba claramente que el gobernador no adoptó las precauciones necesarias, ni envió las fuerzas suficientes para garantizar el orden; espero, repito, que el Gobierno, teniendo en cuenta los antecedentes de esta cuestión y teniendo en cuenta que este gobernador se ha hecho incompatible con la opinión pública en Barcelona, lo releve para adquirir de esa manera la autoridad que de otro modo le faltaría, tendría que faltarle en Barcelona y en toda España.

He terminado.

Diario de Sesiones - Serie histórica.
Legislatura 1911-1914. 01-06-1911. Nº 48 (de 1187 a 1219).


Grupo de tradicionalistas valencianos con el diputado D. Dalmacio Iglesias en la
bendición de una bandera, durante una concentración jaimista celebrada en Valencia en 1911.
Foto de http://comunidadvalencianamemoriayarte.blogspot.com.es/2016_03_01_archive.html

Con motivo de los sangrientos sucesos ocurridos en San Feliú de Llobregat el 28 de mayo de 1911, el diario carlista de Barcelona, El Correo Catalán, escribía lo siguiente:

LA JORNADA DE AYER
DESENMASCAREMOS A LOS CULPABLES

A pesar del día triste de invierno y de la lluvia que amenazaba, á pesar de las tiranías del señor Portela y de los desahogos y provocaciones de unos explotadores del pueblo desde El Progreso, fuimos ayer al Aplech con frente alta, convicción, serenidad y entusiasmo, ávidos de exteriorizar legalmente nuestras creencias y de propagar en uso de perfecto derecho nuestros caros ideales.

Fuimos pues, serenamente, y atuvímonos á las órdenes de nuestros jefes, á la prudencia que desde estas columnas recomendábamos y aun pasamos por la tiranía y el despotismo de llevar plegadas nuestras banderas todas, para que jamás pudiera motejársenos ni de provocadores ni de rebeldes. Por eso el triunfo político alcanzado fue inmenso.

El pueblo recibió con singular aplauso nuestra presencia, nuestra corrección, nuestra seriedad y nuestra propaganda, perfectamente legal y en nada, absolutamente en nada, agresiva ó inoportuna. Nuestros amigos en representación nutrida, acudieron de todas partes para formar en la ingente hueste del Tradicionalismo catalán. Hombres convencidos y entusiastas damas, veteranos y jóvenes, todos acudieron al acto de propaganda. Y el Aplech de ayer en San Feliú de Llobregat es un éxito más que juntar á los que de tiempo venimos alcanzando en Cataluña, acreciendo esas multitudes de convencidos y entusiastas.

Estamos de enhorabuena completa, pero hubiéramos querido estarlo en paz absoluta y orden completo que nos proponíamos garantir con santa paciencia, á pesar de las arbitrariedades gubernativas y amenazas de unos fanáticos. El gobernador civil de Barcelona y El Progreso se empeñaron en que así no pudiéramos contarlo.

***

La jornada de ayer tuvo un tristísimo epílogo de sangre. Quienes así lo han querido y provocado estarán sin duda satisfechos...

Nosotros lo lamentemos con toda el alma.

¿Qué pasó ayer? Lo que previsto estaba. Y lo que á tener Barcelona y su provincia otro gobernador hubiérase podido evitar facilísimamente.

Y hagamos historia; que lo ayer sucedido, por criminales excitaciones de unos é infames complacencias de otros, es grave, gravísimo. Y hay que exigir responsabilidades para que caigan los verdaderos culpables. En efecto, hace tiempo pensaron amigos nuestros la celebración de un Aplech en San Feliú, como uno de tantos otros actos de propaganda que venimos celebrando en uso de indiscutible derecho que nadie, por Portela que se llame, puede regatearnos. Pero el gobernador civil de Barcelona quiso amilanarnos y deslucir el acto con arbitrarias disposiciones; ó con ellas se propulso, sin duda, hacernos desistir del mismo. No quiso fueran desplegadas las banderas, ni que hubiera banda alguna de música y de cornetas. Ya conoce la opinión pública á qué obedecen esos despotismos, verdaderas represalias, del señor Portela. Y á pesar de saberlo también nosotros, y aunque apelamos respetuosamente al ministro de la Gobernación, sin lograr vindicación alguna de derechos atropellados, nos resignamos serenamente y estuvimos desde el primer momento dispuestos á pasar por todas las tiranías. Lo que no quisimos jamás, ni pensamos siquiera en ello, fué suspender el Aplech.

El señor Portela nos vio impertérritos; y pensó quizá si lograría acobardarnos tolerando lo que jamás puede tolerar una autoridad digna, ni cualquiera que no esté en manifiesta complicidad con tales elementos; el matonismo vandálico desde El Progreso.

***

Y esgrimieron sus plumas cobardes aquellos que excitan al crimen desde las mesas de ciertas redacciones, acostumbradas á traficar con carne del pobre pueblo. Ellos no irán á ponerse al frente de hueste alguna, pero calentarán los cascos á un puñado de infelices; y esos periodistas ya escribirán después los “Crímenes del carlismo” empapando sus plumas en la sangre de las víctimas que cayeron obcecadas por sus excitaciones.

Queremos que conste la verdad histórica de ese crimen del periodismo revolucionario. Y como no tendríamos palabras fuertes bastante exactas para condensarlo, ahí van algunos textos criminales de las excitaciones que El Progreso hace tres días venía realizando y el gobernador civil consintiendo.

El pasado viernes, día 26, comienza El Progreso excitando á sus inconscientes masas con esta alocución bárbara:

LA EXCURSION A SAN FELIU 
AL PUEBLO RADICAL 
Después del reciente Aplech celebrado por les elementos carlistas en Montserrat, en cuyas pintorescas montañas y ante la presencia de los repugnantes frailes, dispararon repetidas veces sus browins contra los pinos creyendo sin duda que los mismos eran liberales, las juventudes radicales de Barcelona que en repetidas ocasiones han sabido demostrar prácticamente lo que valen siempre que de salir en defensa de la libertad se ha tratado, no pueden consentir ya por más tiempo que se celebren dichos actos, sin que enfrente de los mismos, como desagravio cuando menos de la libertad, no se levante airada la bandera tricolor. Celebrando los referidos elementos un nuevo Aplech el próximo domingo, día 28 del corriente, en la vecina población de San Feliú de Llobregat, convocamos al pueblo, verdaderamente radical, á la gran manifestación que tendrá lugar en dicha población el propio día por la tarde, y al gran mitin de propaganda republicana y anticlerical que con motivo de la inauguración oficial de la juventud y fraternidad se celebrará en el espacioso local de esta entidad y en el que tomarán parte los conocidos oradores Babra, R. Pich, J. Miguez, Palau, Calderón Fonte, el popular concejal Pedro Figueras y Cristóbal Litrán, que presidirá el acto. 
Los oradores y representantes de entidades á los cuales se recomienda que asistan con sus correspondientes banderas, así como á todos los correligionarios que deseen asistir, deberán estar en el apeadero á las dos y media de la tarde para salir en el tren de las tres menos cuarto.  
Precio del pasaje, 0,95 pesetas ida y vuelta. 
Radicales: el próximo domingo, en San Feliú de Llobregat, han de ser nuestras banderas las que ondeen á los cuatro vientos y hemos de ser nosotros por dignidad propia los que formando una muralla infranqueable impidamos que los ciudadanos y compañeros de dicha población vean pasar en correcta formación á los discípulos de Savalls, que un día ensangrentaron el suelo con sangre, de sus propios padres.  
Este es el sacrificio que hoy por hoy os piden.  
Las Juventudes Radicales.

En el editorial del propio que intitulaba á tres columnas, ponía estas textuales amenazas entre los más groseros insultos á los tradicionalistas catalanes y á nuestra campa­ña moralizadora:

Hay que decretar el silencio de los Requetés, respondiendo con el palo al alarde de su bastón, al insulto con la bofetada, y si se exhibe el browing demostrarles que en sus manos puede salirles el tiro por la culata.
*** 
Oigamos y atendamos el grito de ¡arriba las estacas! que dan los jaimistas. Que no se diga que á nosotros nos falta lo que ellos exhiben por estas calles.  
*** 
¿Quieren palos? Satisfagamos su necesidad. Todo antes que consentir que se renueven las vergonzosas escenas de ayer..., etcétera.

Añadía el sábado 27 en su editorial á dos columnas:


«Todas las violencias han de parecernos pocas cuando de combatir al carlismo se trate, porque representa la página más negra de nuestra Historia, porque alienta todavía merced á la funesta traición de la Solidaridad, porque sus actos presentes no indican cambio de conducta, sino ratificación de la que siguieron siempre, buscando el reinado de las sombras, persiguiendo por el terror nuestra sumisión á principios vetustos é inquisitoriales, impeliendo á las autoridades, mediante campañas de difamación y de escándalo, á meternos en un puño á todos los barceloneses, restringiendo los espectáculos nocturnos para que nos acostemos á las ocho de la noche al sonar el toque de queda. 
Hay que responder de un modo decisivo á la campaña para impedir que nos gobierne D. Dalmacio. Con el carlismo no se discute. Se le persigue, se le caza como animal dañino que invade nuestra sociedad.»

Y ayer domingo remataba así su cobarde excitación al atropello de la libertad y al crimen vandálico:

«...Ya de baja esta campaña porque nadie cree en esa moralidad que pregonan, recurren á los arrestos bélicos y en la tierra republicana de San Feliú de Llobregat esta tarde las hordas carlistas pasearán sus boinas ultrajando á todos los consentidores y amparadores de que reverdezca la flor sangrienta abatida en los campos de batalla.  
El gobernador les ha privado de sus banderas y de sus músicas; pero la provocación no dejará de existir.  
¿Avergonzarnos? Eso no. Nuestros amigos irán también esta tarde á San Feliú de Llobregat para que no quede desamparada la bandera de la libertad, que en mal trance pusieron los que al crear la Solidaridad dieron vida al carlismo que estaba muerto. 
Allí iremos los radicales, acabando de una vez con la campaña carlista ú obligándola á que no se oculte bajo pretextos, sino con el exclusivo objeto que tiene de someternos á los liberales. Como siempre, queremos constituir la avanzada del ejército progresivo.»

¿Puede estar más claro lo que se nos preparaba si no nos acobardábamos y desistíamos del mitin? Pero esto, jamás; mil veces jamás. Que no han de ser los cobardes de la semana trágica quienes han de imponernos su matonismo desde la Redacción de El Progreso.

¿Está claro de parte de quién procedió la agresión?


SALVAJADA LERROUXISTA

Cinco muertos y seis heridos graves.

Un grupo formado por quince amigos nuestros se dirigió pacificamente á la estación con intención de adelantarse para tomar el tren, cuando les salieron al paso más de doscientos kabileños con banderas desplegadas y dando gritos ensordecedores de “¡Viva Posa! ¡Abajo la moralidad! ¡Muera D. Dalmacio!” Como los nuestros eran pocos en número, creyó la kabila llegado el momento de manifestarse con el matonismo más descarado y vergonzoso, lanzándose sobre nuestros correligionarios al mismo tiempo que sonaba un disparo. Este fué el principio de la desigual refriega. Por espacio de un cuarto de hora continuó la encarnizada lucha, logrando nuestros amigos hacer retroceder por tres veces consecutivas á los salvajes lerrouxistas que quedaban reducidos á unos 50, cuando interviniendo la Guardia civil logró imponerse á los combatientes; entre ambos bandos se cruzaron más de 500 disparos.

Del suelo, en el que se veían charcos de sangre, fueron recogidos cinco cadáveres y seis heridos graves. En una Sociedad coral fueron depositados los cadáveres de Jaime Major, Antonio Puel y Manuel Baltá. No pudimos averiguar los nombres de los otros dos, depositados en la jefatura de la estación. Los heridos fueron trasladados á Barcelona en el tren inmediato.

Créese, dado el gran número de disparos cruzados, que resultaron bastantes más heridos, de los que no se tiene conocimiento.

Entre el pacífico vecindario de San Feliú era duramente censurado el inicuo y salvaje proceder de la gentuza radical.

Regreso.

Terminado el tiroteo, logró hacerse oir D. Dalmacio Iglesias, recomendando calma y prudencia y teniendo enérgicas frases para los funestos gobernantes, culpables directos de lo sucedido.

Con perfecto orden dirigiéronse nuestros amigos al Centro Tradicionalista y de allí á la estación, regresando en el tren de las siete de la noche.

A las siete y media llegaba el tren al Apeadero del paseo de Gracia sin ningún incidente.

Los muertos.

Según los datos que pudimos adquirir á última hora los muertos son: Hilario Aldea Osés, de 42 años; Jaime Major Remisa, vigilante de San Feliú; Miguel Esteve Guasch, y uno que no ha podido ser identificado, que llevaba en sus bolsillos un número de “El Progreso”, una funda de revólver y un billete de ida y vuelta.


El Correo Catalán, 29 de mayo de 1911
(Tomado de El Correo Español, 30/05/1911)

dilluns, 15 de maig del 2017

Sindicatos Libres, carlismo y conflictividad social en Barcelona en los años 20

Luis Argemí (1873-1950),
político tradicionalista
El estado de anarquía social en Barcelona se va extendiendo paulatinamente por todos los ámbitos de la Península. Ya no hay confianza en el Estado y los patronos se organizan para defenderse: Primeramente a las huelgas incesantes imponen su lock-out, después buscan hombres que les defiendan como guardaespaldas. Había denunciado este estado de subversión y anarquía el Senador Argemí en la Cámara Alta. Era necesario algo más, y éste algo más era imponerse al Sindicato Único, como se imponía éste en la calle, por el terror. No era propio de una nación civilizada, pero estaba impuesto por la dejación del poder, el ambiente acobardado y debilitación de todos los poderes estatales.

Así fue como en el Círculo central Tradicionalista comenzaron a organizarse los Sindicatos Libres, compuesto de obreros que no admitían la tutela del Sindicato Único. Fueron los obreros jaimistas los primeros que se alistaron en la nueva organización, que durante mucho tiempo tuvo por Sede el Círculo Tradicionalista de la Calle de la Puertaferrisa de Barcelona.

Salvador Anglada (1878-1936)
Fue su principal animador el Concejal de Barcelona don Salvador Anglada (289), a quien prestaron su concurso los jóvenes de la Juventud de Barcelona. Había además otro que auxilio e influyó notablemente en los Sindicatos Libres, pues les aportó el concurso de su pluma, batalladora siempre, Rico Ariza (290), y, así con el concurso de todos, los Sindicatos Libres comenzaron su tarea respondiendo a las pistolas, aplicando la Ley del Talión.

Tengamos en cuenta que los jaimistas de Barcelona habían entrado en el Somatén, y que esto se sabía: el jaimismo, pues, reemprendía su historia de luchas en tales momentos críticos.

Ramón Sales (1893-1936)
Hubo, eso sí, un hombre que supo dirigir a los grupos de acción del Sindicato Libre, con firmeza y con desprecio de la muerte. Era el jaimista Ramón Sales, (291) cuyo nombre fue terror de los pistoleros anarco sindicalistas. Todo Barcelona sabia que los carlistas estaban en el Sindicato Libre, y en aquellos tiempos de congoja, eran la única esperanza de los burgueses y obreros honrados de la ciudad Condal. Se hizo entonces célebre aquella frase común, que se oía, proferida por bocas de no carlistas: "El día menos pensado nos encontraremos con don Jaime en Madrid". Desgraciadamente el partido jaimista no tenía la fuerza suficiente para ello y era muy difícil hallar las asistencias necesarias. Fuera de Barcelona, sólo tuvieron los Libres una realidad eficiente en Bilbao, gracias al entusiasmo y esfuerzo de Hermógenes Rojo. (292)

Más tarde, los Sindicatos Libres atravesaron un mal momento en que volvió a recuperar su preponderancia el Sindicato Único. Fue en 1923. Sin embargo supieron replicar y la consideración que les tenía el general Primo de Rivera, (291) y el general Martínez Anido (292) demuestra que no habían perdido nada de su valor. (...)

Aunque de momento los Sindicatos Libres se habían impuesto por el terror a los anarco-sindicalistas del Único, la situación en España era cada día más grave, cada día se veía mejor que no había solución definitiva a la descomposición de un Estado y a la anarquía en la nación. (...)

Presidentes de los Sindicatos Libres (1922)

La anarquía en España

La situación de España se iba agravando, y no eran las fórmulas políticas, remiendo a un sistema político carcomido e impotente, las que podían volver a enderezar el caos social. Tampoco bastaban las pistolas de los muchachos del Sindicato Libre, que, en realidad, como hemos escrito en otra parte:

«No diriemos que todos los que estuvieron afiliados en los Sindicatos Libres fueron jaimistas, pero sí que su centro de reunión y su recluta se hizo entre obreros jaimistas. Por esto si el carlismo no puede acoger los hechos de los Sindicatos Libres como propios, sí puede y debe recordar que fueron hijos que surgieron de sus centros y que muchos de ellos se mantuvieron fieles» (331).

Pero las luchas eran sangrientas y cuando el subcabo del somatén don José Franquesa fue asesinado, la indignación de los jaimistas auguraba un estallido que sería desesperado. La lenidad de los gobernadores había llegado al extremo que en el entierro de Franquesa el día 8 de junio, los incidentes «dejaron a Barber —que presidia el duelo— en situación verdaderamente insostenible. Grupos de patronos le abuchearon, le gritaron: ¡Fuera el representante del Sindicato Único!, le silbaron; alguno llegó a zarandearle materialmente, en contraste algo expresivo con la entusiasta acogida que mereció a los concurrentes la presencia del General Primo de Rivera» ( 332). Barber no fue zarandeado por los patronos, lo fue por los jaimistas, y si librose bien de la jornada, lo debió a la presencia de Primo de Rivera. Barber ( 333) acabó su vida política en aquel acto.

Era que la situación se había hecho imposible. Era que sólo podía esperarse de una reacción muy fuerte. Oigamos a un enemigo de la dictadura, pero monárquico alfonsino:

Gabriel Maura Gamazo (1879-1963),
autor de «Al servicio de la Historia.
Bosquejo histórico de la Dictadura»

«El terrorismo anarquista o sindicalista venía siendo ya antigua plaga endémica en Barcelona. La anemia cívica española, impidió por allí, a diferencia de lo acaecido en otras naciones europeas reaccionase el cuerpo social con energía suficiente para extirpar los gérmenes morbosos. La defensa orgánica, que es ley de la biología colectiva como de la individual, se operó contraponiendo a los malhechores del sindicalismo rojo, ya que no ciudadanos en armas, individuos de su misma ralea, que, con no mayores escrúpulos mantuvieron los principios contrarios. El animador de estos Sindicatos Libres, restaurador de la paz social barcelonesa, si no absoluta lo bastante sólida para permitir a la ciudad vida normal y próspera, fue, desde el gobierno civil de la provincia, el general Martínez Anido. Rudamente atacado por las Izquierdas, muy bien quiso, en cambio de las clases conservadoras, mantenerlo en su puesto o sustituirlo por funcionarios de significación más civil, no debió haber sido asunto baladí para ningún gobierno, puesto que tantos y tan considerables intereses pendían de la resolución. 
Pues fue cabalmente, el Jefe Conservador, quien, a poco de su advenimiento al poder, a espalda de los ministros (dos de los cuales dimitieron a causa de ello) despidió secamente a Martínez Anido y restableció inoportunamente en Cataluña las suspensas garantías constitucionales. Esta política continuada por el Gobierno Alhucemas, desencadenó nuevas rachas de crímenes, que, sobreensangrentaron casi a diario las calles de Barcelona, trascendió al resto de la Península...
Menudearon también los atracos a mano armada, cada vez más audaces y fructíferos, y la impunidad de los delincuentes llegó a ser tan normal porque los pocos de entre ellos que capturaba la política escapaban después a la justicia, por obra de jurados medrosos o venales.»

Y continúa el mismo autor:

«La vida económica. no estaba menos amenazada que la humana. El miedo, paralizador de los Gobiernos, no les movía a intervenir en los conflictos sociales sino cuando creían poder hacerlo en contra del capital... el separatismo campaba donde quiera a sus anchas» ( 334).

Dejemos en Maura poner en el mismo nivel al pistolero del Sindicato Único, que asesinaba a personas honradas y decentes, con el pistolero del Sindicato Libre que mataba a los pistoleros o a sus dirigentes en defensa social. Pero Maura hablaba como buen dinástico y como buen conservador. Dios no le había llamado por esos caminos y todavía no hemos sabido cual era el camino por el que le había llamado Dios. Pero recojamos un hecho, una confesión. En Barcelona se había restaurado la paz social y la vida normal y próspera se había reanudado gracias al esfuerzo, que buena sangre les costó, de los muchachos del Sindicato Libre, no nacidos de aquellas juventudes mauristas que se entretenían en fundar partidos como el Social Popular, sino de los obreros honrados de los círculos jaimistas. Y también había los ciudadanos armados en defensa de la sociedad, burlada, encarnecida, entregada por los Ministros de la Monarquía de Alfonso XIII a los anarcosindicalistas, y también estaban entre esta gente honrada, que empuñaba el fusil, los jaimistas, que morían a traición como Franquesa.

En aquel desbarajuste, el único partido de España que sabia reaccionar virilmente fue el partido carlista. Y si nos fijamos en aquellos magistrados que al día siguiente de proclamarse la República se quitaron las caretas, diremos que no solamente había jurados cobardes o vendidos, sino que también los había vistiendo toga.
Miguel Arlegui Bayonés (1858-1924)

Un partido que no se amilanaba, que había celebrado, sin miedo, en población tan industrial como Manresa una concentración de jaimistas catalanes en el Aplec dels Tres Roures, que había reunido otra gran masa valenciana en el aplec de Alfara del Patrarca, en agosto y que el 2 de septiembre en la Diada Jaimista de Haro, ocho mil riojanos aclamaban a don Jaime en la persona del Marqués de Villores, era, para muchas gente, una esperanza en el sombrío horizonte de la Patria. Así lo comprendió el coronel Arlegui (335) cuando de acuerdo con Martínez Anido se puso en contacto con don Jaime. Arlegui entendía que no debía darse una solución transitoria al grave problema de España. Y a ello coadyuvaron las autoridades carlistas y muy especialmente el Jefe Regioal de Cataluña don Miguel Junyent. Lo lógico no es lo que se sigue muchas veces en las historia, lo que es lógico es el desarrollo cuando no existe voluntad de rectificación.

Era tal el desconcierto en Cataluña que ya no fiaba el general Primo de Rivera de los resortes oficiales en vísperas del 13 de septiembre. Fiaba más en los jaimistas del Sindicato Libre, que en la policía, no por que en esta no hubiese personal digno, sino porque dependía de gobernadores de la ideología de los Raventós y los Barber. Así su escolta lo formaban los muchachos del Sindicato Libre, unos, jaimistas de siempre, otros entrados en el Sindicato, de otras procedencias como el hijo del anarquista Pallás, el que arrojó la bomba a Martínez Campos en 1893.

El 13 de septiembre de 1923

Se esperaba una Dictadura. Se había pensado en el general Aguilera (336) y el mismo Primo de Rivera estaba dispuesto a secundarle. Una maniobra política deshizo aquella combinación. También pensó en un golpe de Estado don Alfonso XIII, para asumir el poder personal, saltando por encima de la Constitución que había jurado, y que era la razón de ser de su propia dinastía. Consultó el caso a hombres de su contianza, entre ellos a Maura, quien en nota dada en agosto le decía:

«Desenlace funesto se debe pronosticar si el Rey tomase sobre si las funciones del Gobierno para ejercerlas diariamente, asumiendo día por día las responsabilidades personales. Ni la generosidad del móvil, ni los aciertos más constantes, evitarían la consumación del suicidio. Así se ha de llamar la conversión en dictadura, de suyo transitoria, del Instituto en que se encama y vive la unidad perenne de la nación» (337).

Como se ve Maura seguía en su doctrinarismo liberal, de los Reyes constitucionalmente irresponsables, aunque la historia después los haga responsables. Mientras tanto, era necesaria una actuación rápida, pues en aquella anarquía general, los separatismos hubieran llegado a ser salvavidas para los ciudadanos. Y fue Primo de Rivera quien en la noche del 12 al 13 de septiembre rompió el nudo gordiano, con la guarnición de Barcelona y con la seguridad de otras guarniciones, tal como la de Zaragoza, donde estaba entonces de Capitán general, don José Sanjurjo ( 338) todavía unido al partido jaimista y al Rey en el destierro.

Aquella noche, los que velaron las armas en Barcelona fueron los jaimistas, con su Junta Regional reunida en sesión permanente, y fueron los muchachos del Requeté y los muchachos de los Sindicatos Libres los únicos que estuvieron patrullando por las calles de la ciudad; los patronos, los industriales, los regionalistas, las clases conservadoras y los pocos alfonsinos catalanes surgieron al día siguiente para felicitar y aclamar a Primo de Rivera, pero en la noche aquella, los únicos que empuñaban un arma en defensa de la sociedad, fueron los carlistas. Advertido a tiempo don Jaime se había personado en San Juan de Luz para seguir los acontecimientos, y quizás si la opinión de Gotari y otros navarros se hubiera seguido, cuando aconsejaban a los carlistas de Pamplona que acompañaran los piquetes que proclamaban el Estado de Guerra, aclamando al Ejército y a don Jaime, se hubiera cambiado la historia de España.



(289) Salvador Anglada Llongueras. Presidente del Círculo Tradicionalista de Sans; Concejal jaimista de Barcelona. Candidato para diputado al Parlamento catalán en 1932. Murió asesinado por los rojos cerca de Prades, en 1936.
(290) Estanislao Rico Ariza. Nació en Barcelona en 1895. Empleado del Ayuntamiento. Director de "La Protesta", de Barcelona. Durante la Dictadura siguió la orientación del Sindicato Libre, pero reingresó en la actividad de la Comunión en 1931. Dirigió el semanario "Reacción". Murió asesinado por los rojos en Barcelona, en 1936.
(291) Ramón Sales. Murió asesinado por los rojos en 1936, después de horribles torturas.
(292) Hermógenes Rojo Barona. Obrero. Vocal de la Junta Señorial en 1935. Vocal de la Junta del Distrito de Bilbao. Presidente de la Sociedad Tradicionalista de Bilbao. Candidato a diputado a Cortes por la provincia de Vizcaya en 1933.
(293) Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. Marqués de Estella. Nació en Cádiz en 1870. Ministro de Estado en 1927 y de Marina en 1929. Dictador de 1923 a 1930. Falleció en París en 1930.
(294) Severiano Martínez Anido. Gobernador de Barcelona Ministro de la Gobernación en 1925 a 1930 y de Orden Público en 1938. Falleció en Madrid.

(331) Ferrer: «Breve historia del Legitimismo Español».
(332) Fernández Almagro: «Historia del reinado de D. Alfonso XIII»
(333) Francisco Barber. Era periodista y diputado a Cortes liberal.
(334) Maura Gamazo: «Al servicio de la Historia. Bosquejo histórico de la Dictadura». Tomo I.
(335) Miguel Arlegui y Bayones. Nació en Navarra en 1868. Fue alférez en el Ejército liberal en la Tercera Guerra, pasando a Cuba e ingresando en la Guardia Civil. General de Brigada en 1919. Jefe Superior de Policía de Barcelona y cuando la Dictadura director general de Orden Público. Falleció en Madrid en 1924.
(336) Francisco Aguilera y Egea. Nació en 1857. Ascendió a teniente general del Ejército nacional. Ministro de la Guerra en 1917. Falleció en Madrid en 1931.
(337) Maura Gamazo: «Al servicio de la Historia. Bosquejo histórico de la Dictadura».
(338) José Sanjurjo y Sacanell. Nació en Pamplona en 1872. Sirvió en Cuba y en Marruecos. Ascendió a teniente general en 1925 y recibió el titulo de marqués del Rif. Director general de la Guardia Civil en 1931. pasó a la Dirección General de Carabineros en 1932. Se sublevó en Sevilla el 10 de agosto de 1932. Condenado a muerte e indultado. pasó al Penal del Dueso, de donde salió en 1934. Emigró a Portugal y dirigió los trabajos para el Alzamiento de 1936. Murió en accidente de aviación al intentar pasar a España en 1936. Fue carlista hasta el comienzo de la Dictadura y, por una cuestión personal con Don Jaime, se separó de la Comunión. Volvió al Carlismo estando ya en Portugal y había aceptado el mando de los carlistas si fracasaba el movimiento militar.